lunes, diciembre 09, 2013

Tiempo de resistencia

Gustavo Yela

Es admirable como subsisten y persisten los pueblos originarios, como han resistido a los intentos de anulación de su cultura y sus costumbres, como han sobrevivido a una práctica inmisericorde de racismo y de discriminación permanente; ha sido una resistencia en medio de la pobreza y de la exclusión decretada y dictaminada para ellos por los entes administradores de la cosa pública.

Es un signo de esperanza para Guatemala que las culturas originarias aguarden su turno paciente y diligentemente para cuando las prácticas desgastadas de un sistema caracterizado por el egoísmo ya no puedan mantenerse más, debido a las profundas necesidades de las mayorías… entonces le corresponde asumir a esa otra visión respetuosa del cosmos, de la naturaleza, del ser humano, que está en religación con todo el entorno planetario y con esa visión de respeto profundo que nos guíe y nos conduzca a una dimensión de coexistencia pacífica, responsable, solidaria y de un desarrollo, otro tipo de desarrollo y de crecimiento humano, de hospitalidad abierta para todos, de  respeto incondicional a todo ser, entonces, quedará superada la ética utilitarista y elitista que no está  al servicio de todos, sino al servicio de determinados grupos o individuos con exclusión de otros.

Es esperanzador que Guatemala sea heredera de una cultura milenaria con una cosmovisión holística, porque si nos adentramos en nuestras raíces podremos dar respuesta a la problemática ecológica, buscar alternativas de respeto a la vida y de rehumanización de la humanidad y encaminarnos más que con la razón, con la sabiduría del legado milenario.

Cambia la perspectiva cuando ya no se ve la realidad desde la lógica del lucro, desde la explotación al máximo de los recursos humanos y naturales, con el único objetivo de obtener ganancias y dividendos; sino que se entra en la dimensión de que todo tiene vida, tiene corazón y tiene espíritu y estas características son compartidas entre todos los seres vivos del universo.

La visión antropocéntrica que nos ha transmitido Occidente nos ha llevado a someter la tierra, a prácticas extractivas contaminantes, al agotamiento de los recursos naturales y a poner en crisis nuestra propia vida en el planeta.

Se hace cada vez más urgente desaprender las prácticas egocentristas y utilitaristas para aprender nuevas formas de convivir y de ser con los demás.

Ante la inoperancia del sistema en que vivimos, marcado por la pobreza, la desigualdad y la exclusión, se hace cada vez más necesario volver la vista a nuestras raíces para desentrañar los criterios y conocimientos profundos de mujeres y hombres sabios para encausar con respeto, responsabilidad y sensibilidad humana la construcción de una sociedad consciente y con mayor identidad.

Nuestra existencia puede cobrar mayor sentido desde el plano de hermano-hermano, porque ya no  se trata de salir con éxito en la carrera materialista del hacer dinero; la perspectiva maya abre la ventana a otros valores, comenzando por la paz y el equilibrio personal; estaríamos pasando del ser para uno mismo en ser para la comunidad; la tierra ya no sería el botín que hay que explotar sino algo sagrado y además nosotros somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros.

Aprenderíamos a darle importancia no sólo a la razón sino al sentimiento, al cuidado y a la promoción de la vida en el cosmos.

Ya hace falta que las palabras concuerden con los hechos, hace falta que lo humano se vea como  sagrado, que el Corazón del Cielo se integre con el Corazón de la Tierra, que ya no sea tanto mi existencia sino la coexistencia, que el sentir se armonice con el pensar y que vivamos una nueva actitud de profundo respeto para los otros nosotros que conviven con nosotros, las plantas, los animales, las aguas, las montañas y todo lo que conforma la comunidad.

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