jueves, noviembre 28, 2013

Filosofía náhuatl o sabiduría náhuatl

 
Omar Carrera

La filosofía se caracteriza por ir dando respuestas a problemas fundamentales de la vida, de la existencia. Por tal motivo, lo que precede obviamente antes de las respuestas, es problematizar. El ser humano no se contenta con lo que tiene a la mano, con lo dado. Le parece que tales cosas se presentan ante él siempre ocultando una buena parte de lo que son. En el fondo, sigue siendo un problema ontológico. Lo que la late tras la cosa en sí, debe ser desocultado, desenmascarado, expuesto. El lenguaje mítico dio respuestas en muchas épocas y culturas a dichos cuestionamientos. Pero dicho lenguaje, aunque muy sugerente y rico en imágenes no satisface del todo la  voracidad del hombre por conocer y resolver sus dudas. Los filósofos se cargan con la tarea de inquirir racionalmente sobre la verdad de las cosas, sobre el origen, destino, valor del Universo. Se preguntan sobre lo que permanece y lo transitorio, lo que es vano y verdadero, e incluso sobre la posibilidad de llegar a conocer lo que hay o puede haber después de la muerte.

La filosofía etimológicamente significa amor por la sabiduría. En toda cultura ha existido personajes reconocidos por su propia comunidad como sabios. Ahora, bien, ¿pueden estos sabios ser llamados, con toda propiedad, filósofos? León PortillaUna de las primeras preguntas que ofrece León Portilla en La filosofía náhuatl planteada por los sabios, es la siguiente:

¿Qué era lo que acaso recordabas?
¿Dónde andaba tu corazón?
Por esto das tu corazón a cada cosa
Sin rumbo lo llevas: vas destruyendo tu corazón.
Sobre la tierra ¿acaso puedes ir en pos de algo?[1]

El plantear preguntas nos parece ya una postura filosófica y sabia. El plantear preguntas sobre la existencia , sobre la vida misma, sobre el valor de las cosas, nos introduce aún más en el quehacer filosófico. Intelecto, memoria, mente, corazón, voluntad, destino, camino, verdad, errar, destruir, construir son palabras y conceptos que surgen después de haber leído rápidamente este fragmento de sabiduría náhuatl. Pero además la claridad que con qué se exponen sus cuestionamientos, es ya una cortesía del sabio.

¿Qué era lo que acaso recordabas?  Hacerse esta pregunta personalmente nos implanta de lleno en lo íntimo  nuestra vida,  lo que no se ve a plena vista. Nos lleva reconocer lo que  consideramos que  tiene valor y vale la pena recordar. Saca a luz nuestros afanes, nuestros deseos, nuestro yo y nuestra circunstancia. ¿Acaso puedes ir en pos de algo?, sentencia el sabio. Pregunta retórica, que desnuda y saca a luz que hemos puesto nuestro valor, nuestro corazón en cosas vanas. Pero a esta pregunta la precede afirmaciones como: por esto das tu corazón a cada cosa y caminas sin rumbo, vas destruyendo tu corazón. En pocas palabras, va esbozando el corazón humano que muda, y en este mudarse, ir poniendo su seguridad en cosas vanas y pasajeras, ir tras una cosa y otra,  va destruyendo su ser. Este enunciado no se circunscribe a una cultura concreta, espacial y temporal. Estos pensamientos tienen presunción de universalidad, transcienden geografías y eras. Este carácter de catolicidad sostiene aún más su cariz filosófico.

¿Adonde iremos?
Sólo a nacer venimos
Que allá es nuestra casa
Dónde es lugar de los descarnados

Sufro; nunca llegó a mi alegría, dicha.
¿Aquí he venido sólo a obrar en vano?
No es ésta la región donde se hacen las cosas.
Ciertamente nada verdea aquí
Abre sus flores la desdicha.[2]

En lenguaje de este texto es más enigmático. Al hacer una lectura rápido nos hace referencia a una filosofía existencialista. La existencia vivida como un sentimiento, donde emana toda una concepción filosófica. Pareciera que se privilegia la nada antes que el ser. El cariz melancólico de este texto manifiesta el dolor de existir. La existencia que carece de solidez, de permanencia. Todo parece provisorio y pasajero. Pero también abre la puerta a una realidad distinta, a una forma de vida dónde no se vincula exclusivamente a lo material. A una realidad que está más allá de lo que nos da inmediatamente. ¿Nuestra vida puede ser sólo dolor, desdicha? Su lenguaje poético y paradójico hace más punzante sus afirmaciones: abre sus flores la desdicha. Pero a la vez puede sugerir esperanza, la desdicha puede tener un sentido. La cita comienza con una pregunta que puede dar una interpretación iluminadora a este pasaje,  ¿donde está la casa de aquellos que no se contentan de este mundo, el hogar de los inconformes de todo lo material, el lugar de los descarnados?

¿Acaso hablamos algo verdadero aquí, dador de la vida?
Sólo soñamos, sólo nos levantamos del sueño,
Solo es un sueño…
Nadie habla aquí de verdad…[3]

La vida es sueño, seguimos con un tipo de existencialismo. Pero sobre todo es el ir problematizando la vida ¿Es posible llegar a al verdad, existe la verdad? O más bien todo es ilusión, apariencia. No cabe duda que la filosofía tiene como tarea suscitar problemas más que resolverlos; en este sentido es más crítica que dogmática.  

Pitágoras, demasiado modesto para llamarse sabio, prefiere denominarse filósofo, amigo de la sabiduría. Lo mismo hizo Sócrates, y éste da el origen etimológico de la palabra. Este ensayo no ha querido ser una apología del pensamiento náhuatl como filosofía, creo que es una perdida de tiempo. Se llame o no filosofía, sabiduría, pensamiento, cosmovisión según la categorías occidentales, que más da. Sería estar girando en la vanidad, en lo aparente y dar el corazón a las cosas de este mundo. Pero lo que puedo apuntar es que en estas palabras náhuatl tienen categoría de universalidad y que perduraran por los siglos de los siglos. Amén.






[1] León Portilla, La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes; México DF: UNAM, 2006. p. 57
[2] León Portilla, La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes; México DF: UNAM, 2006. p. 59
[3] León Portilla, La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes; México DF: UNAM, 2006. p. 60

lunes, noviembre 25, 2013

En perspectiva maya

Gustavo Yela

Permanentemente estamos asistiendo a escenas dramáticas repletas de realidad;  se vive buscando un crecimiento económico que nada tiene que ver con la gente y  la sociedad. No existen fronteras para los capitales y el dinero, pero sí para las personas que buscan mejorar sus condiciones humanas.  Vivimos con una actitud cortoplacista,  una visión de corto alcance, con intereses particulares; y ante la complicidad del silencio y del anonimato en una sociedad como la nuestra, que agoniza, nos dice Hugo Carrillo “…presenciar un crimen en silencio es aceptarlo”.  La contundente y dramática realidad desigual habla por sí sola.

¿Por qué cargar las tintas en la competitividad si lo que necesitamos es complementariedad?

Se ha hecho mucho énfasis en el “yo” y se desconoce el “nosotros”.  Es realmente frustrante corroborar cuanta violencia, insultos, desahogos y divisiones se manifiestan en un simple encuentro futbolístico y no digamos en los conflictos de tránsito que se dan diariamente en nuestras calles; cuánta necesidad tenemos en nuestra sociedad de experimentar que somos hermanos unos de otros, porque todos provenimos del mismo barro; debajo de nuestras pieles distintas, se esconde el mismo barro, al final, el barro será lo único que quede, regresaremos a la Madre Tierra. 

Vivimos enfrentados por muchos ámbitos, pero especialmente por el sistema de dominadores-dominados, cuando realmente tendríamos que estar hablando de alianzas y de acuerdos en un sistema más humano, de reconocimiento del otro.  Y en un país en donde no se vive la justicia y no hay oportunidades para todos, hasta Dios está ausente, nosotros lo hemos desterrado, porque no se puede atender la llamada de un Dios que defiende a los últimos y vivir acumulando riqueza. 

Sin embargo, la dignidad humana persiste en su lucha de darse a respetar, se oye la voz del pueblo que clama buscando un mejor equilibrio, nos recuerda que ya no se puede seguir viviendo como si nada pasara; que ya es tiempo de andar el camino del encuentro con el otro, que es igual a mí; el otro que ha vivido replegado y marginado, careciendo de los mínimos vitales de un ámbito humano.

Cuanto pensar y sentir individualista tendríamos que desaprender de las prácticas mercantilistas para reaprender la  mística del ser y del sentir comunitario de los pueblos originarios.

La cosmovisión maya, aparte de la profunda sabiduría que proyecta para la vida, guarda una energía  y una dinámica social todavía no desarrolladas en toda su potencialidad.

¿Porqué no aprender a escuchar a los pueblos originarios y aceptar lo que nos puedan enseñar? ¿Porqué a la mayor parte de ladinos no nos pasa por la mente aprender un idioma maya? Los mayas ya aprendieron el castellano, o creemos que ¿sólo el castellano puede enseñar? Y que ¿a los mayas, sólo les toca escuchar?
No apreciamos lo maya porque no nos damos la oportunidad de conocerlo, el idioma nos ayuda a conocernos y a reconocernos como hermanos.

Dentro de la diversidad de valores mayas se encuentra por ejemplo el de la protección de todo, que es como una fuerza que mantiene la relación solidaria entre las personas de la comunidad y que se expresa cuando una persona es capaz de tomar el lugar de otra en momentos difíciles.

En cuanto al valor de “la plenitud” los mayas nos recuerdan que Guatemala necesita alcanzar un gran equilibrio en las relaciones sociales, culturales, económicas y políticas.

Los mayas también nos recuerdan que la palabra verdadera es el fundamento de la libertad e instrumento clave para la interrelación y para lograr una mayor identidad.

Los mayas nos enseñan sobre el valor de la gratitud como un vínculo de unidad y de solidaridad que fortalece la humildad y la dignidad.

Esta otra perspectiva valorativa nos ayuda a cambiar en los humanos el móvil de su pensamiento  y de su acción y cuando la solidaridad está en el corazón del humano es cuando lo ordinario se transforma en extraordinario; es cuando los pequeños gestos de solidaridad pueden lograr el milagro de transformar a una sociedad para que sea más humana.  Cuanta necesidad tenemos de la sabiduría de las comunidades ancestrales y de los consejos de los ancianos para que amanezca un nuevo sol, para que se despierte la buena conciencia, porque el poder y la riqueza nos han deshumanizado, ya que no es posible que unos cuantos sean felices mientras que los demás no lo son.


Valdría la pena dejarnos acompañar de la sabiduría del pueblo maya y asistir así a una cátedra de filosofía de la solidaridad.
Sobre el rostro y el corazón

Llama la atención la utilización de la palabra rostro en el pensamiento náhuatl. León – Portilla (2006)[1] desvela que en el rostro del náhuatl se manifiesta su yo.

Rostro es, pues, para los tlamatinime la manifestación de un yo que se ha ido adquiriendo y desarrollando por la educación. (Pag. 190)  

Contrario a lo que pasa en occidente, en donde el yo es algo muy personal, casi vedado a los demás, en el pensamiento náhuatl, ese yo es el rostro, pasa de lo íntimo a lo social. Rostro es lo que nos caracteriza ante los otros, los demás ven nuestro rostro y nosotros vemos a los demás a su rostro.

Si bien es cierto, el rostro se va forjando con la experiencia propia y la orientación de los sabios, los maestros y los padres, y es un proceso personal que no está exento de errores, ni del albedrio, al final su función última es social. La persona se define a sí misma ante los demás, ante la sociedad. Por eso la educación tiene una función especial.

Por tal razón, al ser una función social, la sociedad tiene un papel protagónico en la formación del rostro. De aquí que el rol de los sabios, los tlamatinime, como se mencionó en el capítulo 1 del mismo texto, tuviera tanta importancia: "poner un espejo delante de la gente para hacerla cuerda y cuidadosa", "hacer sabios los rostros ajenos, hacerlos tomar y desarrollar una cara", "humanizar el querer de la gente". La comunidad y sobre todo los educadores tienen también parte de la responsabilidad de la formación del rostro de sus miembros.

El rostro es el talante, el carácter, la personalidad de cada individuo, en su formación pueden intervenir maestros, sabios, pero también puede haber desviaciones, hay también engañadores o sofistas, que pierden o hacen borrosos los rostros.

Cualquiera que sea la intervención de fuera, tratan de incidir para que el rostro de cada quien se defina, que tome forma. Y con el rostro también se va definiendo el corazón que es lo que le da sentido  y dinamismo al rostro.

Puede, pues, concluirse sobre la evidencia de los textos aducidos, que in ixtli, in yóllotl (cara, corazón) es un clásico difrasismo náhuatl forjado para connotar lo que es exclusivo del hombre: un yo bien definido, con rasgos peculiares (ixtli: rostro) y con un dinamismo (yóllotl: corazón) que lo hace ir en pos de las cosas, en busca de algo que lo colme, a veces sin rumbo (a-huicpa) y a veces hasta dar con "lo único verdadero, en la tierra", la poesía, flor y canto. (Pag. 191)

Como decía al principio es interesante el papel que juega la comunidad en la formación total de cada individuo, no es que la sociedad lo haga, en el sentido de crear la persona, más bien sirve de espejo, para que cada miembro de la comunidad se vaya formando.

En nuestro entorno, la educación se circunscribe a lo puramente teórico y disciplinar, dejando de lado, o no queriendo asumir la formación de carácter, de la personalidad, de los miembros de la sociedad. Ni en las escuelas o universidades, públicas o privadas, se apuesta por una formación completa del individuo.  





[1] M. León – Portilla, La filosofía náhuatl. México DF, UNAM, 2006

lunes, noviembre 18, 2013

Lo que hace falta a la filosofía y ¿la filosofía originaria de américa?

Allan Hernández

Empezaré diciendo de entrada que lo que hace falta a la filosofía es lo mismo que tarde o temprano exhibe la carencia de cualquier sistema simbólico por completo y cerrado que éste parezca. Ya se trate de discursos científicos, político-ideológicos, filosóficos, religiosos, etc., nunca alcanzan a decir todo y a decirlo del todo bien, siempre sus falencias son expuestas al enfrentarse con elementos que han dejado por fuera y que aunque un nuevo aparato de lenguaje intente posicionarse del elemento en cuestión, este volverá a revelarse insuficiente en un momento más o menos próximo.
Podemos pensar por ejemplo en toda la teoría construida por Thomas Kuhn en “La estructura de las revoluciones científicas[1]” donde los paradigmas (sistemas simbólicos) constituyentes de la “ciencia normal” se topan con anomalías que los desdicen creando el círculo de la crisis científica, revolución científica, ciencia extraordinaria, ciencia inmadura, ciencia normal y de vuelta a la anomalía. El punto es que las anomalías se presentan a los discursos, sean estos o no científicos haciéndolos tambalear.
Incluso la lógica(al menos la teoría de los silogismos), que desde Aristóteles era considerada como un círculo perfecto, sin solución de continuidad, por la intelectualidad oficial occidental, empezó a resquebrajarse sobre sus propias construcciones a finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX. Como ejemplo podemos considerar a unos de los lógicos más representativos de la modernidad tardía, Frege y Russell. Primero Gottlob Frege había creado una clasificación de conjuntos donde los había dividido (a “todos” ellos) en normales, que son aquellos que no se incluyen a sí mismos, por ejemplo el conjunto de los espantapájaros; este contiene espantapájaros y por no ser él mismo un espantapájaros, no está incluido en sí mismo. Por otro lado tenemos los conjuntos singulares que sí se incluyen a sí mismos, por ejemplo el conjunto de las ideas abstractas; el conjunto de las ideas abstractas es en sí  una idea abstracta; por lo que es un elemento de sí. La paradoja descubierta por Russell consiste en que “existe al menos un” (para utilizar el lenguaje de los cuantificadores fregerianos) conjunto que no es ni normal ni singular, ni se incluye ni se deja de incluir a sí mismo. Este es el conjunto de los conjuntos normales, si no se incluye a sí mismo, es un conjunto normal, por lo que debe incluirse; mas al incluirse (por el hecho mismo de incluirse) pasa a ser un conjunto singular, por lo que debe dejar de incluirse, lo que lo convierte de vuelta en un conjunto normal… Desde ahí hasta la mostración de las limitaciones de las teorías axiomáticas por Gödel, a principios del siglo pasado y no decir toda la teoría posmoderna muy cimentada en la teoría lingüística, la filosofía se ha ocupado de agujerear sus bases supuestamente sólidas, a la vez que la fe occidental en los sistemas simbólicos.
No obstante, más allá de la lógica (que tampoco lo fue, mas lo aparentó), el resto de la filosofía nunca ha logrado ser el sistema cerrado que ha pretendido; aunque muchos teóricos hayan orientado sus esfuerzos en esa dirección. La historia de la filosofía muestra, a mi parecer, más que cualquier otra,  la incapacidad de lo simbólico para significantizarlo todo; la cuasi-omnipresencia de la anomalía. No sólo las grandes épocas de la historia de occidente muestran importantes contradicciones entre ellas, sino que cada filósofo vuelve a redefinir la filosofía con sus objetos de estudio, sus métodos de investigación, etc.
Si bien la filosofía occidental surgió, al menos como la conocemos hoy en día a través de sus interlocutores, como una demostración de la carencia en el saber; mismo que buscaba mas no encontraba; más allá del mitológico Sócrates, lo grandes teóricos y las grandes épocas se han situado del lado de un saber que pretende enseñarnos “todo” sobre la vida, desde el buen gobierno hasta el amor más perfecto, pasando por los modos de obtener mayor felicidad y las formas correctas de hacer ciencia, por mencionar algunos.
La filosofía, a pesar de ser ésta uno de sus temas recurrentes, pareciera no soportar la nada, la carencia, la imperfección de lo simbólico; y su búsqueda y acercamiento con la sabiduría la ha llevado, al igual que a cualquier otro sistema simbólico aunque quizás de una manera más acelerada, a un replanteamiento y reinvención constantes, que más bien reflejan preguntas y respuestas siempre inacabadas correspondientes a contextos que podríamos llamar históricos, culturales, epocales, etc… en fin, simbólicos.
Entonces, cuando los nombrados filósofos se plantean la cuestión de si el pensamiento de otras culturas es filosófico; por ejemplo, si los “tlamatinis[2]” (sabios) nahuas merecen o no el apelativo de filósofos por el hecho de brindar recetas de vida, es decir de generarse más respuestas que preguntas, como por ejemplo lo podemos ver en los “Huehuehtlahtolli[3]”; deben darse cuenta que tampoco occidente se ha mantenido en el no-saber socrático de una mayéutica que pareciera infinita. No pretendo dar una respuesta a si el pensamiento originario de éste lado del mundo es o no filosofía, empero tampoco sabría decir si gran parte de lo que oficialmente hemos concebido como tal debe ostentar dicha nominación. Tampoco ese pensamiento occidental mismo ha logrado definir qué de él es o no filosófico…. Mas lo que si hacemos los humanos es pensar; el significante filosofía, al igual que el de ciencia parecieran, a veces, no ser más que portadores de prestigio.



[1] Kuhn, Thomas S. (1971) [1962]. La estructura de las revoluciones científicas. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.
[2] Leon-Portilla, M. La Filosofía Nahualt, Estudiada en sus Fuentes. México D.F. UNAM. 2006.
[3] Leon-Portilla, M & L. Silva (Traductores). Huehuehtlahtolli. Testimonios de la Antigua Palabra. México D.F. SEP, FCE. 1991.

lunes, noviembre 11, 2013

Sobre el cambio de cultura

Sobre el cambio de cultura

Ioannen Pérez Castillo

Lenkersdof habla de su opción por la cultura tojolabal, de su proceso de “conversión” en el que asume la cultura con la que más se identifica, la que más se acerca a su visión del universo. Pero ¿qué son las culturas?, para el autor las culturas son constructos de los grupos humanos que van heredando de generación en generación. Se basa en el origen campesino de la palabra para describir la relación que tienen con el ser humano.

El fondo queda la pregunta, ¿Es posible renunciar a una cultura?, quizá dependerá de la cultura, de sus antecedentes y de la cantidad de generación que han estado afirmándola. Tomemos como ejemplo la cultura predominante, la cultura occidental. 

Es una cultura de relativamente poca data en esta ubicación geográfica. Además ha sufrido ciertos cambios en el último siglo, desde la conquista de América, pasando por la revolución industrial, hasta nuestros días, los cambios han sido significativitos.

Para las culturas predominantemente occidentales, u occidentalizadas como prefieren algunos, prima sobre todos los campos lo económico. En todas las relaciones con los demás y con la naturaleza predominan las relaciones mercantiles, nuestras sociedades están orientadas a la extracción de recursos naturales, elaboración y consumo de productos.

Ahora bien, ¿cómo llegamos a este punto en la cultura occidental? ¿Cómo surgió, cómo se fue gestando esta característica de la cultura occidental? Para responder a estas preguntas hay que echar una mirada al pasado no muy lejano, donde la influencia de Estados Unidos tuvo un papel fundamental para la asimilación de la cultura global.

La cultura de consumo no es algo que surgió de forma espontánea, fue propuesta por los principales economistas que postulaban el consumo como la cúspide, lo que debía ser deseable por todos.

La segunda guerra mundial fue el aliciente a la crisis económica de 1929 en Estados Unidos, y una vez terminada analistas de mercado del calibre de Víctor Lebow, proponía: "Nuestra economía, enormemente productiva, exige que hagamos del consumo nuestro estilo de vida, que convirtamos el comprar y utilizar bienes, en auténticos rituales, que busquemos nuestra satisfacción espiritual, la satisfacción del ego, en el consumir, necesitamos que se consuman cosas, se quemen, se sustituyan, y se tiren, todo ello a un ritmo cada vez más rápido"[1]

Más tarde el consejo de asesores económicos del presidente Eisenhower enunció: "el propósito último de la economía americana debe ser el producir más bienes de consumo."
Vemos, pues, como las culturas, o al menos rasgos de ellas, pueden ser influenciadas por las corporaciones o los gobiernos, la sociedad no solo es cambiable, sino además, maleable, quizá estamos viviendo el resultado de una cultura, cultivada a conveniencia.

La cultura no nos determina, nos encarrila, pero siempre subyace la tarea de hacernos a nosotros mismo. Quizá la renuncia consciente a una cultura no es lo más “normal”, lo más común, pero es siempre una posibilidad, con la suficiente información y determinación es algo viable. La historia de la humanidad está empedrada de conversiones ideológicas y culturales, renuncias a cosmovisiones y formas de vida ya establecidas que han hecho evolucionar al pensamiento.  

No estoy del todo claro si es posible o no renunciar a una cultura, habría que invertir más tiempo al concepto de la cultura, pero pareciera que al menos si es posible cambiar algunos rasgos, quizá esa sea la ventana hacia la posibilidad de cambio real de cultura a voluntad.