lunes, noviembre 25, 2013

Sobre el rostro y el corazón

Llama la atención la utilización de la palabra rostro en el pensamiento náhuatl. León – Portilla (2006)[1] desvela que en el rostro del náhuatl se manifiesta su yo.

Rostro es, pues, para los tlamatinime la manifestación de un yo que se ha ido adquiriendo y desarrollando por la educación. (Pag. 190)  

Contrario a lo que pasa en occidente, en donde el yo es algo muy personal, casi vedado a los demás, en el pensamiento náhuatl, ese yo es el rostro, pasa de lo íntimo a lo social. Rostro es lo que nos caracteriza ante los otros, los demás ven nuestro rostro y nosotros vemos a los demás a su rostro.

Si bien es cierto, el rostro se va forjando con la experiencia propia y la orientación de los sabios, los maestros y los padres, y es un proceso personal que no está exento de errores, ni del albedrio, al final su función última es social. La persona se define a sí misma ante los demás, ante la sociedad. Por eso la educación tiene una función especial.

Por tal razón, al ser una función social, la sociedad tiene un papel protagónico en la formación del rostro. De aquí que el rol de los sabios, los tlamatinime, como se mencionó en el capítulo 1 del mismo texto, tuviera tanta importancia: "poner un espejo delante de la gente para hacerla cuerda y cuidadosa", "hacer sabios los rostros ajenos, hacerlos tomar y desarrollar una cara", "humanizar el querer de la gente". La comunidad y sobre todo los educadores tienen también parte de la responsabilidad de la formación del rostro de sus miembros.

El rostro es el talante, el carácter, la personalidad de cada individuo, en su formación pueden intervenir maestros, sabios, pero también puede haber desviaciones, hay también engañadores o sofistas, que pierden o hacen borrosos los rostros.

Cualquiera que sea la intervención de fuera, tratan de incidir para que el rostro de cada quien se defina, que tome forma. Y con el rostro también se va definiendo el corazón que es lo que le da sentido  y dinamismo al rostro.

Puede, pues, concluirse sobre la evidencia de los textos aducidos, que in ixtli, in yóllotl (cara, corazón) es un clásico difrasismo náhuatl forjado para connotar lo que es exclusivo del hombre: un yo bien definido, con rasgos peculiares (ixtli: rostro) y con un dinamismo (yóllotl: corazón) que lo hace ir en pos de las cosas, en busca de algo que lo colme, a veces sin rumbo (a-huicpa) y a veces hasta dar con "lo único verdadero, en la tierra", la poesía, flor y canto. (Pag. 191)

Como decía al principio es interesante el papel que juega la comunidad en la formación total de cada individuo, no es que la sociedad lo haga, en el sentido de crear la persona, más bien sirve de espejo, para que cada miembro de la comunidad se vaya formando.

En nuestro entorno, la educación se circunscribe a lo puramente teórico y disciplinar, dejando de lado, o no queriendo asumir la formación de carácter, de la personalidad, de los miembros de la sociedad. Ni en las escuelas o universidades, públicas o privadas, se apuesta por una formación completa del individuo.  





[1] M. León – Portilla, La filosofía náhuatl. México DF, UNAM, 2006

2 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo con vos, la imagen de rostro y corazón da mucho de que hablar. La interpretación por León Portilla es también provocativa. Rostro y corazón como el yo individual, peculiar, único e irrepetible; pero que a su vez se ha ido forjando. Por lo tanto, el rostro y corazón no es algo dado desde un principio, sino algo que se ha ido construyendo. El rostro y corazón, el yo, es producto y tarea personal, pero también comunitaria. Ese yo, es origen y destino al mismo tiempo. Es interesante notar que este rostro y corazón puede ir destruyéndose, desfigurándose y descorazonándose. Esto significa que el yo, lo íntimo, lo más profundo y propio del ser, puede ir perdiendo su talante para los náhuatl.

    El rostro y el corazón a mi parecer, también se podría interpretar como los pensamientos y los sentimientos. Estos pensamientos y sentimientos configuran mi yo, en el sentido que plantea León Portilla. El ser humano se constituye de la dualidad entre razón y sentir. El rostro entendido como cabeza, como entendimiento, como conciencia histórica, como cosmovisión. El corazón como los sentimientos hondos y profundos. Pero tanto, el pensar como sentir deben actuar en en armonía, en orden. Aquí puede tener más sentido el hecho de que el yo, dualidad de pensamiento-sentimiento, sea una tarea personal pero también comunitaria. Ya que nuestros esquemas mentales son construidos por la cultura, por nuestro entorno familiar, por nuestra época… , la igual que las actos estimulados por nuestros sentimientos y emociones. Para los tlamatinime, el corazón tiene que ser formado, construido, para no en ir pos de cosas vanas y destruirse. Aquí existe una novedad en torno a nuestra educación actual. La educación se ha reducido a el aprendizaje de unas cuantas ciencias y técnicas en vista a la utilidad. Si ya es lamentable y parcializada la educación académica-intelectual de nuestro sistema educativo; la educación del los sentimientos y emociones, la educación afectiva-emocional, es inexistente.

    Los tlamatinime exhortan a una educación integral, y ello conlleva no sólo la educación meramente intelectual, sino también afectiva y religiosa.

    Omar Carrera

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  2. Comentario de Gustavo: Pienso que la tarea más difícil de la educación es “humanizar el querer de la gente”.

    El Ministerio de Educación actualmente habla de competencias, antes de objetivos, todo depende de las modas educativas. Es difícil que el MINEDUC ante todo sea autónomo, para poder partir de una educación desde la realidad nacional. Lo que hemos venido haciendo los guatemaltecos es copiar modelos extranjeros para imponerlos y hacer educación descontextualizada, intelectualista y sin compromiso con nuestra sociedad. Y curiosamente la educación se convierte en una fuente de alienación; especialmente cuando lo que le interesa a la “educación” es capacitar gente para que sea mano de obra barata para las empresas que no pagan lo salarios cabales. Es por eso que hablar de “humanizar el querer de la gente” es contradictorio en un sistema en donde lo que menos interesa es la sensibilidad humana.

    Mientras menos personalidad, menos rostro y menos corazón se dé en la educación, será mejor para seguir estando como estamos.

    Tampoco le interesa a la educación guatemalteca “una auténtica actitud creadora” y menos aún “con resonancias sociales”.

    En la carta de Santiago, en la Biblia, también se utiliza la imagen del espejo cuando dice que aquel que se mira en el espejo y se da cuenta de cómo está y después no cambia es un necio, en cambio el sensato es el que viéndose, toma conciencia de sí y cambia.

    Se requeriría que Guatemala entrara dentro de sí, al verse en el espejo y que su conciencia se diera cuenta de la deformación de los rostros que permanentemente se da, de la destrucción de corazones por la frustración y desesperanza que se mantiene en una sociedad inequitativa y que con carácter decidiera caminar con una educación con los pies sobre la tierra y, esta tierra; que aprendiéramos a leer la realidad dolorosa que unos quieren esconder, pero que a muchos les toca vivir; sólo que el hecho de estar tocando fondo con la mentira del político, con la doble moral del empresario, con la corrupción a todo nivel, con una sociedad que carece de oportunidades y por lo mismo se debate en la lucha por la sobrevivencia; en donde a pesar de la medicina genérica más barata, la ropa de paca y la subalimentación, las condiciones elementales de vida no se logran cubrir…sólamente así tocando fondo, podríamos vernos en el espejo tal cual nos encontramos y con acuerdos que nacieran de la constatación dramática de la realidad, podríamos al fin caminar por una educación del rostro, del corazón y de la sensibilidad humana.

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