En el texto breve anterior deje
planteado algunas preguntas que, a juicio personal, descubren la no idoneidad de
la categoría “sagrado” en un contexto donde la realidad es indivisa y por
consiguiente insubsistente la separación del mundo en dos planos: sagrado y profano.[1] La
no idoneidad es evidente si reparamos en que las categorías mencionadas se
presuponen de manera antinómica[2],
siendo, por tanto, imposible la existencia de una dimensión “sagrada” sin una
contraparte “profana”. De ahí que sea un oxímoron plantear toda la realidad y
los entes que forman parte de ella como “sagrados”.
A esta lógica productora de
sentido Boaventura de Sousa le llama razón metonímica. Esta plantea una serie
de dicotomías que comprenden un determinado aspecto de la realidad y en las
cuales uno de sus elementos es superior al otro (desarrollo/atraso;
hombre/mujer; superior/inferior; ladino/indio…).
Es parte de la racionalidad
eurocéntrica que invisibiliza otras formas de entender y, en consecuencia,
estar en el mundo.[3]
Como resultado, aceptar
acríticamente la categoría sagrado –no digo que este sea el caso expreso de los
autores que hemos leído- nos impediría, por su centralidad, valorar en su justa
dimensión el sistema de pensamiento maya, y otros pensares no occidentales, limitando
nuestro aprendizaje de éticas/epistemes que posiblemente contengan respuestas
para humanizar nuestras vidas y sociedades.
Este no es el único problema que
plantea la categoría sagrado. Uno de ellos es la valoración de “primitivo”,
“animista”, “ritualista”, “mágico”… en suma “irracional” que se hace de los
pueblos que conciben de esta manera el mundo. Ello porque se les contrapone a
las sociedades modernas, “racionales”, que en teoría son “secularizadas”, y por
tanto “profanas”/ “desacralizadas”, donde lo “sagrado” está reservado a cierta
clase de (pocos) objetos y lugares (como las iglesias), los cuales son parte
exclusiva de la esfera privada.[4]
Esto ha sido observado por Xol
(2008:51) quién en alusión a los códices mayas prefiere hablar de K’uh Hu’un con tal de “…no seguir con lo de libros sagrados,
sino nos tacharían de ‘religiosos’ o en el peor de los casos, ‘espiritistas’”.
Pienso que resulta
peligroso políticamente el uso de la categoría sagrado, pues inferioriza a la población maya al excluirla del ejercicio de la “razón”, la cualidad inherente de la
“civilización”. De esa manera se puede seguir justificando la negación de los
derechos fundamentales.[5]
Si la categoría “sagrado” no es
la apropiada, ¿cuál es la propuesta? Brechas las hallamos en los mismos autores
leídos en clase. En ellos encontramos el término sagrado asociado a la vivencia
de una comunidad cósmica que tiene la particularidad de que todos sus
integrantes están vivos y, por tanto, son merecedores de respeto y estima.
Por espacio solo cito a Xol
(2008) y Lenkersdorf (2008). El primero nos ofrece otras traducciones del
término loq’ diferentes a “sagrado”.
Por ejemplo, indica que en K’iche’,
“kuloq’aj refiere a una acción que significa: le muestra respeto, lo adora, lo aprecia, lo valora”. También, nos
dice que el término Q’eqchi’ loq’onink
“podría traducirse como valorar, mostrar respeto, reverenciar” (p.38).
Tales términos me parecen más
apropiados porque no se quedan en un plano “moralista” ni “ritualista”, sino
que refieren a una ética de vida que se hace praxis. En esa línea, Lenkersdorf (p.170) nos dice que todos los
integrantes de la familia cósmica “…somos sujetos y como tales corresponsables
de los demás sujetos”. En suma, el citado autor nos habla de una ética intersubjetiva,
de una comprensión intersubjetiva de la vida. Podríamos decir de una ontología
plana, donde todos somos sujetos iguales en dignidad, más no homogéneos, como
dice Lenkersdorf (p.171-172) “no todos los corazones son iguales… las funciones
son distintas y requieren de los hombres respuestas diferentes por su
corresponsabilidad de respetarlos”.
Me parece muy aclarativo que
Lenkersdorf plantee lo profano no como una esfera determinada sino como una
actitud. En sus palabras “falta de respeto, que puede manifestarse de muchas
maneras. Por ejemplo, donde no se vive comunidad, donde no se respeta a Nuestra
Madre Tierra, donde se trata con desprecio a los ancianos, mujeres y hombres”.
Con eso tengo claro que más allá
de la antinomia profano/sagrado, de lo que nos habla el pensamiento Maya es de
una lógica de profundo respeto a todos los seres con los que co-habitamos el
mundo. Un respeto fundando en la comprensión de que todos estamos
interrelacionados y compartimos un mundo concreto. No un mundo trascendente en
las alturas.
Bibliografía
Aj Xol
Ch'ok, H. (2008). Historia Mayab'. Capítulo: Mayer Maya' Nawom B'aanuhom.
"Cosmocimientos y Prácticas Mayas Antiguas". Guatemala:
Asociación Maya Uk'ux B'e.
Barfield, T. (Ed.).
(2007). Diccionario de Antropología (Segunda ed.). México, D.F.: Siglo
XXI.
Eliade, M. (1981). Lo
sagrado y lo profano (Cuarta ed.). Madrid: Guadarrama. Omega.
Jiménez, A., & Aj Xol Ch'ok, H. (2011). Winaq:
Kynaab'il/Kyna'b'il Qxe'chil Fundamentos del Pensamiento Maya. Guatemala:
Universidad Rafael Landívar.
Lenkersdorf, C. (2008).
Los hombres verdaderos. Voces y testimonios Tojolabales. México, D.F.:
Siglo XXI.
[1] Este
punto es claro en Xol (2008:38). Él indica que “la ciencia u otras culturas diferentes
a las indígenas no tienen esta concepción [de que todo es sagrado], solamente
adhieren lo sagrado a ciertas cosas y elementos, pero para nosotros los pueblos
mayas no. Por ejemplo: la noche es sagrada, las serpientes, la enfermedad, las
nubes, la sangre, los arroyos, las piedras, las estrellas, todo es sagrado”.
[2] Véase
la cita a Barfield (2007) del anterior texto breve.
[3]
Ante ello Boaventura propone la sociología de las ausencias para mostrar que lo
que no existe es producido activamente como no existente, como una alternativa
no creíble, descartable para la pensamiento hegemónico.
[4] Ya
en 1964 Eliade (1981) planteaba con claridad: “la desaparición de las
‘religiones’ no implica en modo alguno la desaparición de la ‘religiosidad’… lo
«profano» no es sino una nueva manifestación de la misma estructura
constitutiva del hombre que, antes, se manifestaba con expresiones «sagradas».
[5] Hay
que preguntarse a quiénes les conviene que lo maya sea presentado de manera
“sacra”. Quienes ganan con una representación romántica y anquilosada de lo
maya basada en la repetición de discursos reproductores de colonialidad.
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