Armonía y salud en el mundo maya
Adolfo Méndez Vides
Los mayas no comparten el horizonte antropocéntrico del mundo occidental, porque no es el sujeto que vive entre las cosas que usa y domina, compartiendo el espacio con otros sujetos, sino es uno entre todo lo demás, parte de un equilibrio o balance de fuerzas. Animales, plantas, minerales, son entes vivos y actuantes con los que comparte y se relaciona. No es sólo el hombre quien usa a los demás existentes, sino puede ser requerido por las cosas, y dominado. El abuelo Feliciano testimonia en la página 87 que en una ocasión se fijó en una piedra ubicada en un terreno donde estaba trabajando, y en sueños la piedra le ordenaba que se la llevara a su casa, pero él no hizo caso, hasta que enfermó gravemente, y así supo que se había perdido el balance por no obedecer, y regresó por la roca y se dedicó a trabajar para ella. Si eliminamos el pensamiento mágico, lo que se puede sustraer es la clara convicción de que las cosas, como las personas, están vivas, y que unos nos utilizamos a otros, y estamos bien en cuanto no rompemos la armonía.
La salud es como el estado normal cuando se está en equilibrio con la naturaleza, pero basta que se transgreda para que aparezca la enfermedad y la desgracia. El malestar se sucede por algo que sale del cuerpo (culpa), o por algo que entra en él (agentes externos).
En el primero de los casos, la enfermedad se sucede cuando un individuo se rebela a su condición, cuando no quiere acatar la misión que la sociedad le encomienda, cuando ofende a las deidades, cuando rechaza su destino, porque la misión no cumplida se manifiesta como enfermedad, el castigo de la naturaleza, y no se cura sino hasta cuando acepta que ha roto la armonía y se dedica a lo que le corresponde.
En el segundo caso el mal entra al cuerpo como enfermedad provocada, y para recuperar la armonía se tiene que sacar o expulsar el mal, y los sabios curanderos y chamanes recurren a plantas, minerales (piedras), animales, y ritos. Las enfermedades provocadas pueden ser espirituales (susto, angustia, náusea en el corazón, mal de ojos…) o físicas (las que postran según a experiencia común, y para las que hay procedimientos conocidos o no). Los sabios saben cómo curar, pero el conocimiento base no se aprende, porque llega a los elegidos por revelación, y a partir de allí por aprendizaje junto a los ya experimentados. El conocimiento se puede recibir luego de visitar el inframundo, donde viven los muertos, y regresar de la experiencia con el poder. No todo chamán o experto puede curar, depende de qué dones le han sido entregados, y a la práctica que ejerza en compañía de los previamente experimentados. El conocimiento significa ver lo que los demás no ven, lo cual implica cierto poder y relación más cercana con las cosas.
El arte de curar implica conocimiento y comunicación con los demás entes (cosas, seres vivos y con los humanos), siendo parte del universo, sabiendo pedir, aceptar la culpa por el daño ocasionado a otros seres, y mostrar arrepentimiento, lo cual puede estar influido por los ritos cristianos, o preexistía a la Conquista, lo cual habrá servido de amarre facilitador del sincretismo religioso.
Lo relevante es, entonces, que los seres humanos no se muestran arrogantes, dueños del mundo y de las cosas, sino como un ente más entre infinidad de vivientes, con quienes deben mantenerse en armonía.
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