Winaqir/Winaqirik en el mito de la creación del Popol Wuj[1]
Marcelo Ilbalzak Coj Sam
Tradicionalmente se ha visto en
el Popol Wuj un texto “sagrado”, “religioso”. Incluso se le ha llegado a nombrar
con los epítetos “Biblia Maya-K’iche’” y “Libro sagrado de los K’iche’s”.
Considero que esta perspectiva “sagrada”[2]
–vista así incluyo por personas mayas- es fruto de al menos dos razones: la
primera, hay que decirlo, la impronta judeo-cristiana que tiene el Popol Wuj[3]
por lo cual varios apartados recuerdan a la Biblia[4]
-el libro religioso por excelencia. La segunda, una herencia europea que ha
visto en las historias de los pueblos no-europeos narrativas primitivas,
caracterizadas por su pensamiento mágico, ritual y pagano –por ende irracional
y espiritista- excluyendo de las mismas toda posibilidad de planteos
filosóficos y políticos torales a cada ser humano, sociedad y, por extensión, a
todo el conjunto de la humanidad.
Del mismo modo, el relato de la
creación se ha leído como un mito sacro. Una explicación de cómo las “deidades
mayas”[5]
crearon físicamente el mundo y, dentro de él, al ser humano con el propósito
expreso de que los invocara, les rindiera culto y tributo para agradecerles por
su existencia. No sin antes pasar por una serie de intentos fallidos que
involucraron a los animales que fueron incapaces de decir sus nombres y
alabarlos, un único ser de tierra y lodo que se desmoronaba con el agua, las
gentes de palo que conversaban y se reproducían pero no tenían sentimientos ni
corazón –por tanto, imposible que recordaran a sus creadores- para finalmente,
no sin antes pasar por una larga transición narrativa, llegar a la creación de
los seres humanos a base de maíz, quienes sí fueron capaces de agradecer y
acordarse de sus creadores.
Esta ha sido a grandes rasgos la
lectura predominante, una en la cual seres supremos crearon el universo, a las
personas, los animales y las plantas. Ante lo cual, el desafío es partir de una
lectura crítica del concepto Winaqir/Winaqirik para mostrar como el relato de
la creación maya es algo más, es un proceso de toma de consciencia y sentido de
sí mismos y del mundo que le rodea por parte del pueblo Maya-K’iche’. Por el
momento me conformaré con analizar un breve fragmento, el trozo del surgimiento
de la tierra. Para este efecto me auxiliaré de las versiones española y k’iche’
del Popol Wuj de Sam Colop (2011 y 1999).
[1]
Agradezco el más que apoyo brindado por Francisca Gómez Grijalva.
[2] El
pensamiento europeo ha concebido al mundo separado en dos planos: el espiritual
y el material, entrando el término “sagrado” en el primer plano. Como en la
episteme maya no existe tal separación es improcedente el uso de esta noción.
De esa cuenta la usual traducción de “loq’laj” por “sagrado” es equívoca, pues
su sentido hace referencia a un cariño, aprecio y respeto profundo, que yo
traduciría –si es dable- por un cariño entrañable, pues se hace una estima del
otro u otra como si fuera yo mismo.
[3]
Hay que recordar que la transcripción del Popol Wuj al alfabeto latino se hizo
en el marco de la colonización española y la evangelización católica –algo
reconocido por los propios ajtz’ib’. A esto debe agregársele que la versión
“original” con la que contamos es la copia hecha por el cura doctrinero
Ximénez.
[4] Véase
la siguiente liga: http://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero40/popolbi.html
[5] Como
los mayas, incluidos los k’iche’ entre ellos, eran no-teístas fácilmente se les
supuso poli-teístas. Sin reparar que la advocación a múltiples “fuerzas” –pues
al momento no encuentro una mejor palabra- podía descansar en una concepción
inmanentista del universo y la vida misma, donde todo lo existente comparte un
único origen e igual dignidad (rajawal) porque es un espacio interdependiente
que brinda condiciones para la humanización del ser humano.
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