Por Allan Hernández
Permanecer; pareciera ser un tema
que se desarrolla constantemente en los textos de los pensadores perteneciente
a los pueblos originarios de Mesoamérica y de quienes sobre ellos escriben.
Esto es de suponerse principalmente en los textos escritos posteriormente a la
llegada de los españoles a América y sus prácticas coloniales que amenazasen
con destruir las respectivas culturas de los habitantes de la región. Esta
amenaza si bien no se han extinguido, y más aún no me atrevería a decir que ha
disminuido, la misma no ha tenido la efectividad esperada por sus propulsores y
por teóricos a lo largo de los años. Sin embargo, la expectativa por el final
de las culturas originarias, aparecía ya previamente; esto al menos es algo
aparente según el texto “Filosofía
Nahualt[1]”
de Miguel León-Portilla. En éste último se menciona como la cultura azteca,
influida por las creencias cosmológicas de los nahuas, temiendo el final de su
época, se dedicó a la consecución de la prolongación de la misma; para el fin
que se dedicaron a conquistar otros pueblos con los cuales ayudarse a conseguir
dicha meta. A esta iniciativa el autor la nombra como “misticismo imperialista[2]”.
“El destino final de nuestra época será también un cataclismo: la
ruptura de la armonía lograda… Pero tal conclusión cósmica de carácter
pesimista no sólo no hizo perder a los nahuas su entusiasmo vital, sino que fue
precisamente el móvil último que los llevó a superarse en dos formas por
completo distintas: los aztecas se orientaron por el camino de lo que hoy
llamaríamos misticismo imperialista. Persuadidos de que para evitar el
cataclismo final era necesario fortalecer el Sol, tomaron como misión
proporcionarle la energía vital encerrada en el líquido precioso que mantiene
vivos a los hombres. El sacrificio y la guerra florida, que es el medio
principal de obtener víctimas para mantener la vida del Sol, fueron sus
ocupaciones centrales, el eje de su vida personal, social, militar y nacional.[3]”
Constituyéndose de esta manera en imperio el aún hoy conocido como Pueblo del
Sol.
El imperialismo azteca, aún
sostenido por sobre esta base de creencias teo-cosmicas (por decirlo de alguna
manera), difiere radicalmente del modo de permanecer que han sostenido los
pueblos mayenses de lo que actualmente es Guatemala y el sur de México. Esta
última al parecer no ha pasado nunca por una imposición de poder a los otros,
hecho por el cual a diferencia de la cultura azteca, la maya jamás se
constituyó como imperio.
Ajb’ee Jimenez en su tesis
doctoral “Los Caminos de la Resistencia…[4]”
coloca tanto al Poom (la costumbre,
la espiritualidad…) como al Kojb’il (comunidad,
aldea, lugar de siembra del maíz…), como los elementos que han permitido
resistir a los pueblos; indicando que aquel primero es la base de este último.
Resalta la comunidad entonces como un punto fuerte de la resistencia del pueblo
Maya-Mam. Sin embargo, según Lenkersdorf[5],
no es el Poom lo principal al
tratarse de la continuidad de los pueblo mayas a pesar de las prácticas
coloniales occidentales (desde la invasión española hasta la contemporánea
globalización). De acuerdo con este último autor, las estructuras gramaticales
del idioma son las que sustentan a la comunidad (en este caso Maya-Tojolabal).
La estructura ergativa del idioma tojolabal (al igual que la de la mayor parte
de los pueblos mayas), rebautizada por Lenkersdorf como intersubjetiva, que no
permite la inclusión de objetos gramaticales, que obliga a considerar a cada
contenido del cosmos como un sujeto miembro de una comunidad que abarca la
totalidad de lo existente (cuestión que ya habíamos leído previamente en otros
textos mencianada como “todo tiene vida”, “todo es Winak”, “Todo tiene
corazón”, “re-ligio”, etc.); es la que ha mantenido a la comunidad
permanentemente a lo largo de la historia. Tendencia contraria al
individualismo occidental moderno capitalista y su relación de base sujeto
objeto.
Dicha relación intersubjetiva,
como ya se dijo más arriba, no permitió a los pueblos mayas tomar a los otros
como objetos (aunque sea para la preservación de su época). Y mucho se ha dicho
de que hubiera pasado si hubiera sido lo contrario, si la resistencia hubiera
sido o no más efectiva. Por el momento me pregunto: si así hubiera sido,
¿hubiera entonces algo de diferencia con la cultura occidental?, ¿habría algo
que aprender de dicha cultura?, ¿habrían personas que como Lenkersdorf
propondrían una tojolabalización?, ¿o únicamente podríamos pensar la voluntad
de poder y la lucha de contrarios, la conquista, la colonización y la guerra, de
una manera fatalista; como las únicas posibles formas de existencia de la humanidad?
[1]
León-Portilla, M. La Filosofía Nahualt Estudiada en sus Fuentes. México D.F.
UNAM, 2006.
[2] Ibíd.
Pág. 126.
[3] Ibíd.
[4] Jimenez,
O. Los Caminos de la Resistencia: Comunidad, Política e Historia Maya en
Guatemala. The University of Texas at Austin. 2008.
[5]
Lenkersdorf, C. Los Hombres Verdaderos. Voces y Testimonios Tojolabales. México
D.F. Siglo XXI Editores. 2008.
La permanencia de una cultura seguirá siendo una tarea siempre inacabada, mientras una cultura exista, obviamente. Y lo será porque el devenir del tiempo tiende a modificar, poco a poco, los esquemas mentales y culturales de un grupo social. A ello, debe sumarse, los esfuerzos de la cultura dominante que impone sus cánones a las otras culturas. La cultura hegemónica por atracción, propaganda, manipulación o violencia se instala en una amplia geografía.
ResponderEliminarActualmente estos cambios culturales se están dando de manera acelerada, a tal punto que se ha afirmado que no es una época de cambios, sino un cambio de época. De esto modo en una sociedad tan cambiante, compleja y pluralista, la permanencia cultural debe ser un esfuerzo colectivo. Los textos que hemos leído a lo largo del semestre parecen ir caminando en esa línea de valorización y permanencia de las distintas culturas originales. Es así que esta permanencia cultural es un esfuerzo creativo de un colectivo, que a lo mejor podrá ser impulsada por sus intelectuales, pero que si no es asumida por todos, va inexorablemente a fracaso.
“Estar juntos es una inmensa operación, una orquestación infinitamente compleja, cuyo director invisible es la conciencia compartida de que este conjunto existe, de que tiene sentido a lo largo de la historia, de que debemos estar atentos para que no se relaje, y que esta atención, en los diversos niveles, tiene otros sinónimos que son: libertad, democracia, justicia social, humanidad”. (P. Emmanuel, Por un política de la cultura). Así pues inferimos, que la permanencia cultural es una tarea querida y realizada por todo un grupo. Este grupo necesita tener claro su identidad, necesita un sentido histórico, y por supuesto una memoria histórica. Se trata de hacer emerger su nosotros al mundo como un realidad concreta en el presente, que ha tenido un pasado y tendrá un futuro. Se arraiga en el pasado pero igualmente en el futuro. Y por tanto, una cultura no puede quedar hermética a los valores de la modernidad, impregnada de un espíritu tradicionalista e instalada en un conservadurismo a ultranza. Si toma esa postura está condenada a su desaparición. Sin embargo no puede tampoco ser asumida o absorbida por la corriente cultual en boga. Es en la tensión entre pasado y futuro, entre tradición y cambio que un cultura pervivirá.
A tus últimas preguntas me parece que lo que nos queda como certeza es que existen otras formas de relacionarnos y de resistir y permanecer, que no surge desde una concepción de dominio, de poder y de violencia. Que esta formas de ser, y de situarse ante el cosmos, puede parecer marginal, pero un dato es cierto pervive y sigue atrayendo.
A pesar de que Portilla y Lenkersdorf abordan pensamientos de pueblos (mexica pre-colonial y tojolabal contemporáneo, respectivamente) hay una gran diferencia en su tratamiento. El primero nos habla de una pluralidad de pensamientos provenientes de una multiplicidad de personajes (tlamatinime, artistas e ideólogos como Tlacaélel) con distintas funciones en la sociedad mexica. En cambio el segundo parte de una experiencia intersubjetiva fundada en el lenguaje, el cual para Lenkersdorf es la puerta de entrada a la cosmovisión (recordemos sus cuatro hipótesis: 1) a través de la lengua nombramos la realidad; 2) nombramos la realidad según la percibimos; 3) al pertenecer a diferentes culturas y naciones, nuestra percepción de la realidad difiere; y 4) nos relacionamos de diferente modo con la misma realidad). Edward Sapir decía esto más claramente “los mundos en los que viven sociedades diferentes son mundos diferentes, no simplemente los mismos mundos con nombres distintos“.
ResponderEliminarLe he dado espacio a la relación del lenguaje y la cosmovisión por dos motivos: 1) no sé si he interpretado erróneamente la lectura lenkersdorfiana pero me parece muy determinista como plantea esta relación, cuando hay otros factores igual de importantes haciendo el asunto más complejo; y 2) pienso que hablar de cosmovisión, a no ser que sea como horizonte ético-político, tiende a ignorar la heterogeneidad de pensamientos existentes en el seno de una sociedad, así como el cambio que impregna el paso del tiempo en ellas.
Respecto a la primera, algo tan relevante como el idioma en la relación con el entorno es el modo de producción. Los estudios de economía campesina de Avancso muestran que aquellos campesinos que participan poco del mercado no producen por lucro, sino para garantizar la producción y reproducción de la vida. Cuando cuentan con suficiente tierra para garantizar la vida establecen una relación responsable y retroalimentativa con el entorno con miras a garantizar la sostenibilidad de los bienes naturales. Ello sin importar si se trata de gente ladina o maya. En el caso tojolabal seguro que el lenguaje y el modo de producción campesino se deben reforzar mutuamente. Ha de haber otros factores, pero estos escapan a mi comprensión.
Con la cosmovisión por lo ya mencionado creo muy aventurado emitir juicios históricos basados en esta. Por definición es un ideal, un arquetipo. Además, no porque una cosmovisión o lenguaje sea “otro”, quiere decir que la sociedad es radicalmente distinta. Por ejemplo, los iraníes tienen un idioma con pronombres neutrales, sin género, y ello no ha implicado diferencias en el status de las mujeres con otras sociedades cuyo idioma es abiertamente masculinizado, como el español por ejemplo.