lunes, noviembre 25, 2013

En perspectiva maya

Gustavo Yela

Permanentemente estamos asistiendo a escenas dramáticas repletas de realidad;  se vive buscando un crecimiento económico que nada tiene que ver con la gente y  la sociedad. No existen fronteras para los capitales y el dinero, pero sí para las personas que buscan mejorar sus condiciones humanas.  Vivimos con una actitud cortoplacista,  una visión de corto alcance, con intereses particulares; y ante la complicidad del silencio y del anonimato en una sociedad como la nuestra, que agoniza, nos dice Hugo Carrillo “…presenciar un crimen en silencio es aceptarlo”.  La contundente y dramática realidad desigual habla por sí sola.

¿Por qué cargar las tintas en la competitividad si lo que necesitamos es complementariedad?

Se ha hecho mucho énfasis en el “yo” y se desconoce el “nosotros”.  Es realmente frustrante corroborar cuanta violencia, insultos, desahogos y divisiones se manifiestan en un simple encuentro futbolístico y no digamos en los conflictos de tránsito que se dan diariamente en nuestras calles; cuánta necesidad tenemos en nuestra sociedad de experimentar que somos hermanos unos de otros, porque todos provenimos del mismo barro; debajo de nuestras pieles distintas, se esconde el mismo barro, al final, el barro será lo único que quede, regresaremos a la Madre Tierra. 

Vivimos enfrentados por muchos ámbitos, pero especialmente por el sistema de dominadores-dominados, cuando realmente tendríamos que estar hablando de alianzas y de acuerdos en un sistema más humano, de reconocimiento del otro.  Y en un país en donde no se vive la justicia y no hay oportunidades para todos, hasta Dios está ausente, nosotros lo hemos desterrado, porque no se puede atender la llamada de un Dios que defiende a los últimos y vivir acumulando riqueza. 

Sin embargo, la dignidad humana persiste en su lucha de darse a respetar, se oye la voz del pueblo que clama buscando un mejor equilibrio, nos recuerda que ya no se puede seguir viviendo como si nada pasara; que ya es tiempo de andar el camino del encuentro con el otro, que es igual a mí; el otro que ha vivido replegado y marginado, careciendo de los mínimos vitales de un ámbito humano.

Cuanto pensar y sentir individualista tendríamos que desaprender de las prácticas mercantilistas para reaprender la  mística del ser y del sentir comunitario de los pueblos originarios.

La cosmovisión maya, aparte de la profunda sabiduría que proyecta para la vida, guarda una energía  y una dinámica social todavía no desarrolladas en toda su potencialidad.

¿Porqué no aprender a escuchar a los pueblos originarios y aceptar lo que nos puedan enseñar? ¿Porqué a la mayor parte de ladinos no nos pasa por la mente aprender un idioma maya? Los mayas ya aprendieron el castellano, o creemos que ¿sólo el castellano puede enseñar? Y que ¿a los mayas, sólo les toca escuchar?
No apreciamos lo maya porque no nos damos la oportunidad de conocerlo, el idioma nos ayuda a conocernos y a reconocernos como hermanos.

Dentro de la diversidad de valores mayas se encuentra por ejemplo el de la protección de todo, que es como una fuerza que mantiene la relación solidaria entre las personas de la comunidad y que se expresa cuando una persona es capaz de tomar el lugar de otra en momentos difíciles.

En cuanto al valor de “la plenitud” los mayas nos recuerdan que Guatemala necesita alcanzar un gran equilibrio en las relaciones sociales, culturales, económicas y políticas.

Los mayas también nos recuerdan que la palabra verdadera es el fundamento de la libertad e instrumento clave para la interrelación y para lograr una mayor identidad.

Los mayas nos enseñan sobre el valor de la gratitud como un vínculo de unidad y de solidaridad que fortalece la humildad y la dignidad.

Esta otra perspectiva valorativa nos ayuda a cambiar en los humanos el móvil de su pensamiento  y de su acción y cuando la solidaridad está en el corazón del humano es cuando lo ordinario se transforma en extraordinario; es cuando los pequeños gestos de solidaridad pueden lograr el milagro de transformar a una sociedad para que sea más humana.  Cuanta necesidad tenemos de la sabiduría de las comunidades ancestrales y de los consejos de los ancianos para que amanezca un nuevo sol, para que se despierte la buena conciencia, porque el poder y la riqueza nos han deshumanizado, ya que no es posible que unos cuantos sean felices mientras que los demás no lo son.


Valdría la pena dejarnos acompañar de la sabiduría del pueblo maya y asistir así a una cátedra de filosofía de la solidaridad.

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