Omar Carrera
La
filosofía se caracteriza por ir dando respuestas a problemas fundamentales de
la vida, de la existencia. Por tal motivo, lo que precede obviamente antes de
las respuestas, es problematizar. El ser humano no se contenta con lo que tiene
a la mano, con lo dado. Le parece que tales cosas se presentan ante él siempre
ocultando una buena parte de lo que son. En el fondo, sigue siendo un problema
ontológico. Lo que la late tras la cosa en sí, debe ser desocultado, desenmascarado,
expuesto. El lenguaje mítico dio respuestas en muchas épocas y culturas a
dichos cuestionamientos. Pero dicho lenguaje, aunque muy sugerente y rico en
imágenes no satisface del todo la
voracidad del hombre por conocer y resolver sus dudas. Los filósofos se
cargan con la tarea de inquirir racionalmente sobre la verdad de las cosas,
sobre el origen, destino, valor del Universo. Se preguntan sobre lo que
permanece y lo transitorio, lo que es vano y verdadero, e incluso sobre la
posibilidad de llegar a conocer lo que hay o puede haber después de la muerte.
La
filosofía etimológicamente significa amor por la sabiduría. En toda cultura ha
existido personajes reconocidos por su propia comunidad como sabios. Ahora,
bien, ¿pueden estos sabios ser llamados, con toda propiedad, filósofos? León
PortillaUna de las primeras preguntas que ofrece León Portilla en La filosofía náhuatl planteada por los
sabios, es la siguiente:
¿Qué era lo que acaso
recordabas?
¿Dónde andaba tu
corazón?
Por esto das tu corazón
a cada cosa
Sin rumbo lo llevas:
vas destruyendo tu corazón.
Sobre la tierra
¿acaso puedes ir en pos de algo?[1]
El
plantear preguntas nos parece ya una postura filosófica y sabia. El plantear
preguntas sobre la existencia , sobre la vida misma, sobre el valor de las
cosas, nos introduce aún más en el quehacer filosófico. Intelecto, memoria,
mente, corazón, voluntad, destino, camino, verdad, errar, destruir, construir
son palabras y conceptos que surgen después de haber leído rápidamente este
fragmento de sabiduría náhuatl. Pero además la claridad que con qué se exponen
sus cuestionamientos, es ya una cortesía del sabio.
¿Qué
era lo que acaso recordabas? Hacerse
esta pregunta personalmente nos implanta de lleno en lo íntimo nuestra vida, lo que no se ve a plena vista. Nos lleva
reconocer lo que consideramos que tiene valor y vale la pena recordar. Saca a
luz nuestros afanes, nuestros deseos, nuestro yo y nuestra circunstancia. ¿Acaso
puedes ir en pos de algo?, sentencia el sabio. Pregunta retórica, que desnuda y
saca a luz que hemos puesto nuestro valor, nuestro corazón en cosas vanas. Pero
a esta pregunta la precede afirmaciones como: por esto das tu corazón a cada
cosa y caminas sin rumbo, vas destruyendo tu corazón. En pocas palabras, va
esbozando el corazón humano que muda, y en este mudarse, ir poniendo su
seguridad en cosas vanas y pasajeras, ir tras una cosa y otra, va destruyendo su ser. Este enunciado no se
circunscribe a una cultura concreta, espacial y temporal. Estos pensamientos
tienen presunción de universalidad, transcienden geografías y eras. Este
carácter de catolicidad sostiene aún más su cariz filosófico.
¿Adonde iremos?
Sólo a nacer venimos
Que allá es nuestra
casa
Dónde es lugar de los
descarnados
Sufro; nunca llegó a
mi alegría, dicha.
¿Aquí he venido sólo
a obrar en vano?
No es ésta la región
donde se hacen las cosas.
Ciertamente nada
verdea aquí
Abre sus flores la
desdicha.[2]
En
lenguaje de este texto es más enigmático. Al hacer una lectura rápido nos hace
referencia a una filosofía existencialista. La existencia vivida como un
sentimiento, donde emana toda una concepción filosófica. Pareciera que se privilegia
la nada antes que el ser. El cariz melancólico de este texto manifiesta el
dolor de existir. La existencia que carece de solidez, de permanencia. Todo
parece provisorio y pasajero. Pero también abre la puerta a una realidad
distinta, a una forma de vida dónde no se vincula exclusivamente a lo material.
A una realidad que está más allá de lo que nos da inmediatamente. ¿Nuestra vida
puede ser sólo dolor, desdicha? Su lenguaje poético y paradójico hace más
punzante sus afirmaciones: abre sus flores la desdicha. Pero a la vez puede
sugerir esperanza, la desdicha puede tener un sentido. La cita comienza con una
pregunta que puede dar una interpretación iluminadora a este pasaje, ¿donde está la casa de aquellos que no se
contentan de este mundo, el hogar de los inconformes de todo lo material, el
lugar de los descarnados?
¿Acaso hablamos algo
verdadero aquí, dador de la vida?
Sólo soñamos, sólo
nos levantamos del sueño,
Solo es un sueño…
Nadie habla aquí de
verdad…[3]
La
vida es sueño, seguimos con un tipo de existencialismo. Pero sobre todo es el
ir problematizando la vida ¿Es posible llegar a al verdad, existe la verdad? O
más bien todo es ilusión, apariencia. No cabe duda que la filosofía tiene como
tarea suscitar problemas más que resolverlos; en este sentido es más crítica
que dogmática.
Pitágoras,
demasiado modesto para llamarse sabio, prefiere denominarse filósofo, amigo de
la sabiduría. Lo mismo hizo Sócrates, y éste da el origen etimológico de la
palabra. Este ensayo no ha querido ser una apología del pensamiento náhuatl
como filosofía, creo que es una perdida de tiempo. Se llame o no filosofía,
sabiduría, pensamiento, cosmovisión según la categorías occidentales, que más
da. Sería estar girando en la vanidad, en lo aparente y dar el corazón a las
cosas de este mundo. Pero lo que puedo apuntar es que en estas palabras náhuatl
tienen categoría de universalidad y que perduraran por los siglos de los
siglos. Amén.