martes, agosto 24, 2010

Comentario

Comentario al libro:

“El hombre en el pensamiento religioso náhuatl y maya”

de Mercedes de la Garza

Adolfo Méndez Vides

El estudio comparativo del pensamiento religioso entre los antiguos hombres náhuatl y mayas, se entiende más como el planteamiento de las creencias de los náhuatl, y la búsqueda de creencias similares en los mayas para demostrar la hipótesis que motivó la investigación “nosotros pensamos que los mayas debieron haber tenido ideas semejantes a las de los nahuas” (pág 93). Es lógico pensar que los náhuatl tuvieran creencias semejanzas a las de los mayas en el período posclásico, dada la interrelación, proximidad y orígenes compartidos, pero a medida que el estudio avanza, mientras se demuestran los parecidos y las creencias comunes, también se va perfilando un amplio esquema de “diferencias”, que podría dar lugar a estudios opuestos en intención, capaces de demostrar que a pesar de la proximidad, existía entre ambos pueblos grandes diferencias de pensamiento.

En la primera parte de la investigación, Mercedes de la Garza profundiza en la idea cosmogónica de los dos pueblos vecinos, y encuentra que en ambos casos “el mundo fue creado por los dioses para habitación del hombre, y el hombre fue creado por una necesidad de los dioses no sólo de ser reconocidos y venerados, sino de ser sustentados, o sea, de tener un fundamento para su existencia” (pag 55). La autora compara el mito de los Soles o Edades, que en cierta medida evoca una especie de proceso evolutivo hasta llegar a la edad actual, la de los hombres que comen maíz; y encuentra rastros del mismo modelo en el Popol Vuh, en la medida que narra la creación de los distintos tipos de hombres, como en edades, hasta evolucionar al hombre hecho de maíz. En los dos casos el alimento o sustento es el elemento vital que estimula el desarrollo del hombre hasta llegar a la edad actual, y se preconiza el final de esta era con un cataclismo, anunciándose el futuro repoblamiento del mundo, un nuevo paso en la evolución de acuerdo a los alimentos contemporáneos, digamos, quizá, la comida chatarra.

En dicha cosmogonía se revela que en los cambios de era, mueren tanto los hombres como sus dioses, y la evolución parte de los hombres sobrevivientes, o de su sangre (que se podría comprender como el resultado de la reproducción de la especie). Donde lo más interesante surge en la segunda parte del texto, donde la autora elabora una especie de metafísica del hombre en el mundo, y nos deja entender que si los dioses crearon al hombre para ser reconocidos, entonces dependen del hombre, y si el hombre desapareciera también los dioses se esfumarían, luego toda la visión es antropocéntrica, y el hombre aparece creando a sus dioses, como en un reflejo en el espejo. Los dioses crean al hombre para que los sustente, y los hombres se reproducen para que sus hijos los sustenten a ellos, los reconozcan, los alimenten en la edad tardía. El hombre es el foco de la vida.

El resto de la obra se concentra más en las costumbres náhuatl, sobre la vida y la muerte, manteniendo el paralelismo entre los horizontes de las costumbres en cuanto comparten esencias comunes.

En ciertos momentos, la obra nos hace pensar que se está forzando el predominio casi imperial y dominante de la cultura náhuatl sobre la maya. No se le confiere a cada una su propia identidad, para derivar similitudes y diferencias, sino se plantea la primera y luego se buscan indicios que permitan emparentarlas. Es, desde tal observación, una investigación sesgada de oficio. Aunque, de todas maneras, nos revela un sin fin de creencias y costumbres de los pueblos originarios mesoamericanos, que los unen tanto como los separan.

1 comentario:

  1. Coincido con tu apreciación de que se exagera lo común, aún cuando se cuenta con elementos para destacar lo diferente. Hay diferencias esenciales, más destacables quizá desde el Popol Wuj...

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