¿Es
posible un cambio de identidad cultural?
Omar Arturo Carrera Campos
La
noción de identidad ha tomado en los últimos decenios una importancia
significativa para los estudios de las culturas. Las culturas mayas también han
comenzado ha reflexionar sobre su identidad cultural; es decir, sobre esos
rasgos generales de su cultura que los hace diferentes a las demás culturas y
les permite reconocerse pertenecientes a una cultura concreta en su
originalidad.
La
identidad cultural es un atributo de un colectivo pero igualmente de cada uno
de los individuos de ese colectivo. Esta identidad cultural permite a la
persona la conciencia de permanencia a un grupo y la continuidad de éste último, a pesar de los avatares de la
historia y de las circunstancias cambiantes; ofrece una imagen ideal del grupo
y conserva la memoria colectiva del mismo. Incluso en algunos casos, se asocia
a un sentimiento de estar unido a un destino colectivo. Sin embargo, siempre
será más fácil la comprensión de la noción de identidad cultural, que la descripción de la identidad en cultura concreta.
La
identidad está inexorablemente relacionada con uno mismo y un grupo en
particular. De tal modo, que es importante reconocer que nos identificamos con
algo, con ciertos valores, con cierta historia, con cierta religión, con ciertos
modos de percibir y actuar en la realidad. Pero también es importante hacer
notar que la identidad surge o emerge en el contacto con el otro en su
diferencia. La identidad propia se percibe cuando soy consciente de la identidad
del otro. La identidad está vinculada a la pluralidad. Por último, la identidad
también puede estar circunscrita en la que los otros me otorgan, una identidad
dada por los otros. Así pues, la identidad, tendrá una relación con algunas
palancas fijas, aunque no necesariamente, como puede ser una área geográfica,
un idioma concreto, unas tradiciones, una familia, un credo religioso, un
relato histórico, ciertas festividades y comidas.
Lenkersdorf
asegurará que lo esencial de la identidad cultura maya tojolabal se encuentra
en la concepción intersubjetiva del cosmos. Entendiendo lo intersubjetivo como
lo original de la identidad cultural tojolabal, lo más radical. De este modo,
el tojolabal concibe el mundo como una pluralidad de sujetos de todas clases,
que interactúan entre sí, en colaboración mutua. Todo tiene corazón, aunque
éstos corazones tiene varios grados, y por tanto grados distintos en la
participación intersubjetiva. El corazón humano, el corazón del Cielo, el
corazón de la Tierra, de la lluvia, de la naturaleza, son algunos ejemplos, de
este “pantecardio”.
Lenkersdorf
contrapone la intersubjetividad a la identidad cultural occidental de
posicionarse ante el cosmos como sujeto-objeto, en que no existe una relación de
participación y colaboración mutua entre el hombre y cosmos, sino que se
establece la relación de dominio del ser humano ante el cosmos.
Lenkersdorf
llega insinuar palmariamente que ha logrado un cambio en su identidad cultural,
ya que ha asumido lo esencial de la cultural tojolabal que consiste en la
intersubjetividad. En pocas palabras, ha abandonado su concepción occidental de
situarse y relacionarse en el cosmos. Se ha desaliñado de la relación de domino (sujeto-objeto), para
alinearse a la concepción tojolabal, caracterizada por una relación de mutua
participación y colaboración (de sujeto-sujeto).
Ante
esta experiencia que relata Lenkersdorf, nos preguntamos: ¿Es posible cambiar
radicalmente su identidad cultural sin alienarse? ¿Se puede seguir siendo el
mismo aún perdiendo lo más original de su ser, de su grupo de pertenencia? ¿Qué
es lo que determina la identidad cultural? ¿La identidad cultural es algo fijo
o más bien algo dinámico? Pareciese ser que la cuestión de la identidad es un
tema complejo y denso, que se encuentra en la tensión entre unicidad y
diversidad, entre tradición y modernidad, entre quietismo y dinamismo.